Por Paula Jimena Soto Cruz
Estudiante de la UVM Campus Querétaro
La necesidad de realizar operaciones de pago para la adquisición de productos y servicios ha evolucionado con el paso del tiempo, el trueque es conocido como el método de pago más antiguo, posteriormente las monedas, los billetes y los cheques adquirieron valor comercial. En el siglo XX llegaron las tarjetas de crédito y para los 90’s surgieron las primeras experiencias con el e-commerce. Queda claro que los métodos de pago se han desarrollado y diversificado a lo largo de los años, hoy en día existen cientos de criptomonedas, actualmente el Bitcoin y Ethereum son las más populares y es muy común que las personas inviertan su dinero en estas con la esperanza de que aumente su valor.
La primera criptomoneda denominada “bitcóin”, se creo en 2009 con el objetivo de invisibilizar nuestro dinero ante los ojos del gobierno, bancos y miles de corporaciones que lo rastrean, básicamente es la anonimización del dinero, dinero digital echo con líneas de código creadas por ciudadanos internautas, y en un mundo donde el consumo de servicios digitales como Amazon, Google, Uber, entre otros, va en aumento, el efectivo deja de ser indispensable y es sustituido por intercambios electrónicos.
Estamos hablando de un sistema de pago totalmente descentralizado, instantáneo, con un sistema criptográfico que hace que su falsificación o duplicación sean imposibles y no posee intermediarios. Uno podría pensar que al no poseer intermediarios este sistema no puede ser confiable, pero esto no es así, los intermediarios verifican y certifican nuestros datos para comercializar con ellos, en este caso, la cadena de bloques (blockchain) hará el trabajo de contabilidad y base de datos de manera automática. Una blockchain es una inmensa base de datos que se distribuye entre varios participantes, un ledger inmutable que contiene la historia completa de todas las transacciones que se han ejecutado en la red. A los participante se les llaman nodos, los cuales se conectan en una red descentralizada, sin un ordenador principal y envían un mensaje (token) como representación de la información en la red, esta información es la que representa a cualquier activo, bien o servicio.
Así como el uso del bitcóin tiene ventajas es inevitable que también tenga desventajas. El hecho de que este dinero sea irrastreable ha provocado que muchos de los usuarios utilicen el bitcóin para comprar servicios ilegales, los cual dificulta la reducción del mercado negro, el narcotráfico y afecta la seguridad de la población en cuanto a secuestros y extorciones. Además, al no estar respaldado por un gobierno, esta criptomoneda almacenada en línea no tiene las mismas protecciones que tiene el dinero depositado en una cuenta bancaria, es decir, si los bitcóins adquiridos son almacenados en una cartera o monedero digital provisto por una compañía, y la compañía cesa sus operaciones o sufre un ataque informático, es posible que el gobierno no pueda actuar y ayudarlo a recuperar el dinero. También es importante recordar que por ser una moneda tan volátil, es imposible garantizar una ganancia, ya que su valor puede cambiar cada hora y cabe mencionar que los pagos son generalmente irreversibles.
En Europa del Este se concentra el 12% de la actividad global en criptomonedas; Ucrania y Rusia encabezan el ranking en el índice mundial en adopción de estas. Venezuela resulta ser el tercer país en este ranking, pero ¿qué tienen en común estos países? Si bien son territorios muy diferentes, estos países comparten una enorme desconfianza en el sistema bancario y en la política financiera de sus gobiernos; la población no confía en las corporaciones ni en los medios de comunicación debido a las actividades de soborno y corrupción, por lo que el temor a que su dinero sea robado o confiscado ha provocado que la gente prefiera invertir en una moneda que no será rastreada, el bitcóin.
Este 8 de febrero del presente año, el bitcóin estableció un nuevo récord en su cotización después de haber superado la barrera de los US$40.000; al día siguiente alcanzó un máximo histórico de alrededor de US$48.000, después de que el jefe de Tesla, Elon Musk anunciara haber comprado US$1,500 millones de dólares en bitcóin, además de que pronto aceptaría la moneda digital para la compra de sus automóviles. El bitcóin alcanzó la marca de US$49.000, antes de empezar a recortar ganancias este viernes, provocando advertencias en torno a su posible sobrevaloración y el peligro de invertir de un activo con esa volatilidad; pero no sólo eso, también existe la preocupación del impacto ecológico provocado por el enorme consumo de energía que utilizan las computadoras para “minar” o producir los bitcoins. Según un estudio publicado por el “Cambridge Centre fot Alternative Finance”, la minería de bitcóin consume 121.88 terawatts por año, más de la energía anual que consume toda Argentina. La creación del bitcóin demanda una resolusion de problemas lógico matemáticos tan complejos que requieren un poder computacional inmenso y que actualmente suele depender de los combustibles fósiles, en particular del carbón, lo cual contradice la “filosofía verde” de Elon Musk ya que un estudio publicado por la revista científica Joule en 2019, afirma que la producción del bitcóin genera entre 22 millones y 22.9 millones de toneladas métricas de emisiones de dióxido de carbono al año (nivel producido por Jordania y Sri Lanka aproximadamente).
Este peculiar activo ha provocado confusión y existen diferentes opiniones respecto a ser disruptivo para la economía. Las criptomonedas son una secuela de la búsqueda de un mercado genuinamente libre y de instinto anarcocapitalista, sin obstaculos como regulaciones, monopolios, dependecia y autoridad de los bancos y del mismo Estado, el bitcóin establece sus propias reglas de mercado transparentes, sus propias regulaciones y su propia política monetaria donde las personas eligen el valor de los bienes y servicios que intercambian a través de contratos inteligentes, sin interferencia del gobierno o bancos, anónimamente y libre de impuestos. Básciamente lo que aspiraba Dorian Satoshi Nakamoto (creador del bitcóin), era un mercado con sistemas abiertos, libres, igualitarios y eficientes para la cooperación humana.
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