Un emprendimiento en Jamaica está demostrando éxito al sustituir con bambú productos que eran de plástico, como las pajillas para absorber líquidos, reconoció un reporte de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).
El bambú “es un sustituto ideal del plástico. Crece rápidamente, absorbe grandes cantidades de CO2 (dióxido de carbono) y se biodegrada en sólo un par de años. En cambio, las pajillas de plástico tardarían hasta 200 años en descomponerse”, destacó David Vivas Eugui, funcionario de asuntos ambientales en la Unctad.
La historia del emprendimiento comenzó en noviembre de 2017, cuando la joven bioquímica Tricia Williamson paseaba con su abuelo por la granja familiar en esta isla caribeña, de 11 000 kilómetros cuadrados y tres millones de habitantes.
“¿Qué usabas antes de las pajillas de plástico, Dada?” preguntó ella, y el patriarca de la familia respondió con una sola palabra: “Bambú”.
Un año después, la empresa Bambusa quedó formalmente registrada y comenzó la producción de pajillas de bambú grabadas con láser con nombres o logotipos de consumidores y marcas.
“Decidí centrarme primero en las pajillas porque se usan en todas partes y para toda ocasión. Quería que la gente pudiera ‘beber de forma sostenible’ en los cumpleaños, las bodas, los aniversarios, las despedidas de la oficina… siempre que hubiera un motivo de celebración”, narró Williamson.
En menos de un año su empresa produjo 15 000 distintivas pajillas de bambú grabadas con láser que, se estima, han reemplazado a unos cinco millones de canutillos de plástico que habrían ido a los basureros y posiblemente alcanzado campos, ríos y las turísticas playas que rodean la isla.
Los hogares jamaiquinos generan unas 800 000 toneladas de desechos residenciales al año, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), y 15 por ciento de esos residuos son de plástico.
En los mares y océanos se acumulan más de ocho millones de toneladas de plástico cada año, perjudicando a los frágiles ecosistemas marinos y a la fauna silvestre, así como las tortugas y otros mamíferos.
Tras el éxito inicial de la pajilla de bambú, Williamson siguió buscando la forma de sustituir los productos de plástico por alternativas sostenibles.
La diversificación se hizo fundamental cuando la covid-19 devastó el sector turístico local y regional, cancelando los viajes y eventos corporativos en todo el Caribe.
“Las ventas de nuestras pajillas de bambú, esenciales para los viajes y excelentes regalos para eventos corporativos, pasaron de la cima de las Montañas Azules al fondo del mar”, dijo Williamson, aludiendo a la cordillera más larga de Jamaica, que se eleva 2256 metros sobre el mar.
Antes de la pandemia, las pajillas de bambú grabadas representaban 98 por ciento de las ventas de Bambusa, pero a finales de 2020 se redujeron a cinco por ciento.
La firma había comenzado a diversificarse antes de la crisis y elabora más de 30 productos, como tableros fotográficos y cajas de regalo –con maderas sobrantes de la construcción y de fábricas de muebles- y, su último desarrollo, tazones y velas elaborados con cáscaras de coco antes desechadas.
Después de extraer el aceite de coco, cuya demanda mundial se ha disparado, la mayoría de los agricultores de la isla desechan las cáscaras sobrantes o las queman como combustible, liberando en el proceso los dañinos gases CO2 y metano.
Williamson investigó que millones de cáscaras de coco se desperdician en la isla. “Visité una granja local y no podía creer lo que veían mis ojos. Había montañas de cáscaras allí, listas para tener una nueva vida”, relató.
“Sabía que muchos de los jamaiquinos estaban preocupados por los plásticos y estaban dispuestos a comprar alternativas sostenibles”, dijo Williamson, aunque admite sin embargo que “los productos de plástico son muy prácticos”.
Alrededor de 80 por ciento de los productos de Bambusa se venden en la isla y el resto lo compran jamaiquinos que viven en Canadá y Estados Unidos.
Vivas Eugui comentó que Bambusa “es un ejemplo concreto de cómo las empresas locales pueden ofrecer soluciones viables a la emergencia mundial del plástico, pero necesitan la ayuda de sus gobiernos y de las agencias de exportación para aumentar la producción y las ventas”.
En Jamaica una ley comenzó a prohibir los plásticos de un solo uso desde 2019 y la fase final, que se aplica a las pajillas desechables, comenzó a aplicarse este año.
“Este tipo de prohibiciones crean importantes incentivos para el desarrollo de industrias alternativas”, dijo Vivas Eugui, pero “el problema clave es el precio. El plástico es barato y los productos alternativos tendrán dificultades para competir “.
“Las prohibiciones gubernamentales u otras regulaciones son necesarias para crear las oportunidades de mercado adecuadas. Pero no basta con prohibir los plásticos. Las empresas locales tienen que estar preparadas para satisfacer la nueva demanda, lo que no siempre ocurre”, reconoció el funcionario de la Unctad.
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