Los martes cada dos semanas, a las 5:00 en punto de la tarde, un grupo de 26 mujeres mexicanas se reúne durante una hora para discutir el avance de su trabajo y las tareas inmediatas. Las impuntuales deben pagar una multa de unos 25 centavos de dólar.
El colectivo se ha organizado en el municipio de Uayma (Aquí No, en lengua maya), para aprender prácticas agroecológicas, así como a ahorrar y producir alimentos para el consumo familiar y la venta de excedentes.
“Tenemos que ser responsables. Con el ahorro se puede hacer un poco más”, aseguró a IPS la maya María Petul, casada, madre de dos niños e integrante del grupo “Lool beh” (Flor del camino, en maya), en este municipio de más de 4 mil habitantes y a 1,470 kilómetros al sureste de Ciudad de México, en el estado de Yucatán, dentro de la península del mismo nombre.
La siembra hogareña “da para comer y vender, me ayuda un poco más”, relató Petul, moviendo con viveza su faz redonda y su cabello largo mientras recorría su pequeño huerto donde crecen ají habanero (Capsicum chinense, tradicional de la zona), rábano y tomate, rodeada de algunos árboles, un platanar cuyo racimo madurará en unas semanas y de algunas gallinas que deambulan por el patio de tierra.
El rostro de Norma Tzuc, también casada y con dos niñas, se llena de entusiasmo cuando habla del proyecto. “Estoy muy contenta. Pensamos en cómo tenemos ingresos. Una se anima para ayudar a la familia. Otros grupos ya tienen experiencia y nos cuentan sobre lo que han hecho”, dijo a IPS Tzuc, con una cara redondeada que se ilumina cuando da detalles de los primeros logros del grupo.
Las dos mujeres y el resto de sus compañeras, cuya primera lengua es la maya, participan en el proyecto “Mujeres que ahorran para hacer frente al cambio climático”, a cargo de la no gubernamental Fundación Ko’ox Tani (Vamos Adelante, en maya), dedicada al desarrollo comunitario y la inclusión social, con su base en Mérida, la capital del estado.
Esta fase del proyecto está dotada con unos 100 000 dólares, aportados por la Comisión para la Cooperación Ambiental, que surgió como brazo ambiental no vinculante del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, conformado en 1994 por Canadá, Estados Unidos y México y en 2020 reemplazado por otro acuerdo trilateral.
La iniciativa comenzó a operar en febrero y durará dos años, con el propósito de capacitar a unas 250 personas en pobreza extrema, la mayoría mujeres, en seis localidades del estado de Yucatán.
El ahorro máximo de cada mujer del grupo totaliza unos 12 dólares cada dos semanas y el mínimo, 2.5, y pueden retirar lo acumulado para invertir en insumos o animales, o ante emergencias especiales, con el acuerdo del grupo. Mediante el proyecto, las mujeres van a recibir semillas, insumos agrícolas y aves, para que instalen huertos y gallineros en sus terrenos.
Las mujeres anotan las cuotas en una libreta blanca y depositan los ahorros en una caja gris, resguardada en la casa de la presidenta del grupo.
José Torre, director de Proyectos de la Fundación Ko’ox Tani, explicó que los ejes de emprendimiento son: desarrollo comunitario, seguridad alimentaria, medios de vida y desarrollo humano.
“Lo que hemos visto con el tiempo es que las reuniones de ahorro se convierten en un espacio de desarrollo humano, en el cual encuentran apoyo y solidaridad de sus compañeras, hacen amistad y confianza”, indicó a IPS durante el recorrido por los hogares de algunas participantes del grupo de ahorro en Uayma.
La base de la nueva iniciativa en esta localidad es un programa similar ejecutado entre 2018 y 2021 en otros municipios yucatecos y en el cual la organización trabajó con 1400 familias.
Oasis desigual
Yucatán, un territorio de 2.28 millones de habitantes, padece un alto grado de rezago social, pues 34% de la población vive en pobreza moderada, 33% sufre carencias, 5.5% presenta vulnerabilidad en ingresos y casi 7% se halla en pobreza extrema.
La pandemia de covid-19 que llegó a este país latinoamericano en febrero de 2020 agudizó esas condiciones, en un estado que depende de la agricultura, el turismo y los servicios, en una realidad que se repite en forma bastante similar en los otros dos estados que conforman la península de Yucatán: Campeche y Quintana Roo.
Además, la desigualdad campea en el estado, aunque el Índice de Gini bajó de 0.51 en 2014 a 0.45, según un informe gubernamental de 2018, basado en datos de 2016 y el último año disponible. El coeficiente, donde 1 indica la desigualdad máxima y 0 la mayor equidad, sirve para calcular la desigualdad de ingresos que existe entre la población de un territorio.
La situación de las mujeres indígenas es peor, pues enfrentan marginación, discriminación, violencia, despojo de tierras y falta de acceso a servicios públicos.
En el estado viven más de un millón de indígenas, de los que 30% son mujeres.
Crisis climática, otra vulnerabilidad más
Itza Castañeda, directora de Equidad del no gubernamental Instituto de Recursos Mundiales (WRI, en inglés), subraya la persistencia en la península de desigualdades estructurales que se retroalimentan con los efectos de la crisis climática.
“En los tres estados hay mayor desigualdad entre hombres y mujeres. Eso impide la participación de las mujeres y la toma de decisiones. Además, la evidencia existente marca que hay grupos en condiciones de mayor vulnerabilidad a impactos climáticos”, dijo a IPS desde la ciudad de Tepoztlán, cercana a Ciudad de México.
Añadió que “el cambio climático acentúa las desigualdades existentes, pero falta una evaluación de impactos diferenciados”.
Datos oficiales indican que en México hay casi 17 millones de pobladores originarios, que representan 13% de la población total, y de los cuales seis millones son mujeres.
De los hogares indígenas, casi una cuarta parte tiene jefatura femenina, mientras que 65% de las mujeres indígenas de 12 años y más realiza actividades no renumeradas en comparación con 35% de los hombres indígenas, una muestra de la desigualdad en el sistema de tareas domésticas y de cuidados.
Para completar las penurias, la región yucateca es muy vulnerable a los efectos de la crisis climática, como sequías, tormentas devastadoras y subida del nivel del mar. En junio de 2021, la tormenta tropical Cristóbal ocasionó la inundación de Uayma, donde ya funcionan tres grupos de mujeres unidas por el sistema de ahorro.
Por eso, el proyecto incluye un sistema de gestión de riesgos y de alerta temprana ante huracanes.
El gobierno mexicano construye un Sistema Nacional de Cuidados, pero aún no queda clara la intervención de las mujeres indígenas y los beneficios para ellas.
Petul mira con emoción los cultivos sembrados en su terreno y ya sueña con un huerto más grande, con más plantas y en el que deambulen gallinas, y quizá engorde un cerdo. Piensa también en la posibilidad de emular a mujeres de los grupos anteriores que han montado tiendas pequeñas con los ahorros alcanzados.
“Van a poner huevos y podemos comerlos o venderlos. Con el ahorro también se puede comprar gallos, en el mercado los pollitos son caros”, dijo, rebosante de esperanza esta mujer que además de atender a su hogar y su familia se dedica a la venta de verduras.
Su vecina Tzuc, que hasta ahora se ocupaba solo del trabajo en su hogar y la atención a su familia, dijo que las mujeres de su grupo tienen que tener en cuenta los efectos del cambio climático. “Ha hecho mucho calor, más que antes, y hay sequía. Afortunadamente, tenemos agua, pero hay que cuidarla”, planteó.
Por su parte, Torre subrayó los resultados de los grupos de ahorro. Las mujeres “dejaron la pobreza extrema. La pandemia pegó fuerte, porque había familias que ya tenían negocios y dejaron de vender. La organización les dio resiliencia”, aseguró.
Además, un gran logro es que los hogares en que ya culminó el proyecto, siguen ahorrando, asisten con regularidad a las reuniones y mantienen la producción de alimentos.
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