América Latina y el Caribe hizo valer su peso específico en las negociaciones que culminaron el día 19, en la ciudad canadiense de Montreal, con la aprobación del nuevo marco mundial para frenar y revertir la pérdida de biodiversidad. Con ello, los representantes de la región lograron incorporar sus agendas en este pacto global y cuidar sus intereses, pero también se obligaron a cumplir con objetivos y metas más estrictos.
El Marco Mundial Kunming-Montreal para la Biodiversidad fue acordado al final de la 15° Conferencia de las Partes (COP15) de la Convención de Diversidad Biológica (CDD), en una sesión plenaria que inició en la madrugada del lunes, luego de más de 10 horas de espera.
El retraso se debió a negociaciones de último momento sobre los asuntos más espinosos de la cumbre, como el financiamiento de países desarrollados a países en desarrollo para implementar los trabajos de conservación.
El nuevo documento plantea una hoja de ruta mundial durante la década actual, que termina en 2030, con el fin de enfrentar el colapso de la biodiversidad.
Esta crisis ha puesto bajo amenaza a 25 % de las plantas y los animales conocidos por la ciencia, con casi un millón de especies en peligro de extinción, según la evaluación de la biodiversidad global publicada en 2019 por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
“Por fin empezamos a forjar un pacto de paz con la naturaleza”, escribió en Twitter el secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, tras la adopción del acuerdo.
La noticia fue recibida con más o menos reservas por un amplio espectro de organizaciones ambientalistas, incluyendo internacionales como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), the Nature Conservancy o Avaaz, o nacionales como la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) de Argentina.
dólares anuales para la biodiversidad de fuentes tanto públicas como privadas; evitar la introducción de especies invasoras prioritarias; y requerir a las grandes empresas transnacionales e instituciones financieras monitorear, evaluar y transparentar los riesgos e impactos que sus operaciones tienen en la biodiversidad.
Dos limitantes
A pesar de su carácter “histórico”, definido así por actores destacados de la comunidad ambientalista internacional, desde el secretario general de Naciones Unidas hasta líderes de organizaciones sociales, el nuevo marco mundial para la biodiversidad nace con dos limitantes principales: una sobre legalidad y otra sobre legitimidad.
La primera se refiere a que este —ni siquiera es un “acuerdo”, porque según el derecho internacional eso tendría otras implicaciones— no es legalmente vinculante. Es decir, “no tiene dientes” para obligar a su implementación, lo que abre la puerta a la posibilidad de que los países puedan saltarse su cumplimiento sin consecuencias, como lo han advertido voces críticas en las últimas horas.
La limitante de legitimidad, en tanto, se deriva de un incidente ocurrido durante la adopción del marco. La presidencia de China en la COP15, liderada por el ministro de Ambiente Huang Runqiu, se escondió en un tecnicismo procedimental para evadir una observación de último momento sobre financiamiento planteada por el representante de la República Democrática del Congo.
Aunque la delegación de México respaldó ampliamente a la presidencia y llamó al resto de los países al “sentido común y la flexibilidad” para poder salir de Montreal con un acuerdo, la maniobra de China desató una serie de condenas por parte de Camerún, Uganda y otras naciones africanas que condicionaban su participación a la creación de un nuevo fondo internacional para financiar los trabajos de conservación en el Sur global.
Algunas asperezas se alcanzaron a limar en las últimas dos sesiones de la COP15, que oficialmente terminó este martes, pero los representantes de la República Democrática del Congo y otros africanos señalaron el “mal precedente” que sienta el haberle dado la vuelta a un país en una convención que tiene como principio adoptar sus decisiones por consenso.
y tecnologías, y el fomento de acciones colectivas “basadas en la Madre Tierra”.
“Estamos agradecidos con los pueblos indígenas, que han cambiado el lenguaje de estas negociaciones”, indicó Brian O’Donnell, director de la organización Campaign for Nature.
Ramiro Batzín, maya kaqchikel, quien funge como copresidente del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad (FIIB), estuvo entre los representantes indígenas de América Latina y el Caribe que acompañaron las negociaciones no solo en Montreal, sino en los cuatro años de trabajos previos.
“Planteamos estos puntos clave en este proceso para que estos sistemas y modelos realmente sigan dando el fruto de la conservación”, señaló. “Como pueblos indígenas, tenemos que seguir desarrollando nuestras prácticas tradicionales y sostenibles de conservación de la biodiversidad”, añadió.
Por su parte, el FIIB —una organización formada en 1996 para asesorar a la CBD en temas indígenas— celebró “el fuerte lenguaje respecto de los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales”, y anunció: “Hemos hablado, y ustedes nos han escuchado, ahora convirtamos esas palabras en acción”.
La materialización de estas provisiones legales tiene potencial en buena parte de los 500 pueblos indígenas de América Latina y sus casi 50 millones de personas, equivalentes a un 8% de la población total, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Las comunidades más grandes —en términos tanto relativos como absolutos— se encuentran en México, Guatemala, Perú y Bolivia.
“Históricamente, los pueblos indígenas no hemos participado en las decisiones. No consideran que nosotros estamos protegiendo el 80% de la biodiversidad mundial”, aseguró Joao Gomes de Oliveira, representante de la nación Pankararu de Brasil, en una marcha realizada a mediados de la COP15 en defensa de los derechos indígenas.
Y completó: “Hay que pensar que no existe biodiversidad sin los pueblos indígenas. Nuestra lucha es una sola, por la soberanía de nuestros pueblos, conocimientos tradicionales y por la Madre Tierra”.
Este artículo es parte de la Comunidad Planeta, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América latina, del que IPS forma parte.
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