Las crisis entrecruzadas por las que atraviesan la mayoría de los países merma el crecimiento económico y existe peligro de recesión, pero no es el momento de limitar el gasto público porque perjudicaría a los más vulnerables, advirtió el informe de inicio de año de los economistas de las Naciones Unidas.
«No es el momento de pensar a corto plazo ni de aplicar una austeridad fiscal visceral que exacerbe la desigualdad, aumente el sufrimiento y pueda alejar aún más el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), dijo António Guterres, secretario general de la ONU, al darse a conocer el informe.
El informe recuerda que se está a mitad de camino hacia el año 2030 desde que, en 2015, la ONU fijó los 17 ODS a modo de plan para encarar desafíos como la pobreza, la desigualdad, el clima, la degradación ambiental, la prosperidad, la paz y la justicia, e impulsar un futuro sostenible para todos los habitantes del planeta.
A estas alturas, advirtieron los expertos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (Desa, en inglés) es probable que las crisis entrecruzadas añadan más daños a la economía mundial, con un crecimiento que se ralentizará desde tres por ciento previsto en 2022 a 1.9% de este año.
Será una de las tasas de crecimiento más bajas de las últimas décadas, aparte de la registrada durante la crisis financiera de 2007-2008 y la del apogeo en 2020 de la pandemia covid-19.
Los factores adversos que se entrecruzan responden a las consecuencias de la pandemia, la guerra desatada por Rusia en Ucrania, que ha generado las consiguientes crisis alimentaria y energética, así como al aumento de la inflación, el endurecimiento de la deuda y la emergencia climática.
“En la mayoría de los países esperamos que el consumo privado y la inversión se debiliten debido a los menores ingresos y al aumento de las tasas de interés”, dijo el economista Ingo Pitterle, coautor del informe del Desa “Situación y perspectivas de la economía mundial en 2023”.
Por ello, “varios países experimentarán una leve recesión antes de que se prevea un repunte del crecimiento en el segundo semestre de este año y en 2024”, que según el Desa puede llegar a 2.7%.
Eso dependerá en gran medida del ritmo del endurecimiento monetario ocasionado por la subida de los tipos de interés, las consecuencias de la guerra en Ucrania y posibles nuevas interrupciones en las cadenas de suministro.
América Latina y el Caribe, cuya economía creció 3.8% en 2022, crecerá solo 1.4% este año y 2.5% el próximo. América del Sur crece más modestamente, 1.1% en 2023, aunque llega a 2.5% en 2024, y Brasil, la economía más grande de la región, apenas 0,9 % este año y dos por ciento el próximo.
El crecimiento de México y América Central, 3.3% en 2022, será de 1.6% en 2023 y la media de 2.5% en 2024, en tanto el Caribe –con recuperación del turismo en sus islas y auge petrolero en Guyana- creció 10% el año pasado, se sostendrá en 7.9% en 2023 y se moderará a 5.8% en 2024.
El conjunto de las economías en desarrollo se sostendría en 3.9% de crecimiento en 2023 y debe llegar a 4.1% en 2024, mientras que las economías desarrolladas no pasarían de 0.4% este año ni de 1.6% en 2024, y con cifras en Estados Unidos ligeramente mejores que las de Europa.
El endurecimiento de las condiciones financieras mundiales, unido a la fortaleza del dólar, exacerbó las vulnerabilidades fiscales y de deuda de los países en desarrollo.
El análisis reveló que más de 85% de los bancos centrales de todo el mundo endurecieron su política monetaria y subieron los tipos de interés en rápida sucesión desde finales de 2021, para controlar la presión inflacionaria y evadir la recesión.
Se prevé que la inflación mundial, que alcanzó un máximo de varias décadas, de alrededor de nueve por ciento en 2022, disminuya en 2023, pero aún elevada, a un promedio de 6.5%.
El informe también dice que la mayoría de los países en desarrollo experimentaron una recuperación más lenta del empleo en 2022 y siguen enfrentándose a niveles relativamente altos de desempleo.
Las pérdidas desproporcionadas de empleo femenino durante la fase inicial de la pandemia no se han invertido totalmente, y las mejoras se deben principalmente a la recuperación del sector informal.
El Desa también señala que el número de personas que sufren inseguridad alimentaria aguda se ha más que duplicado en comparación con 2019, alcanzando casi los 350 millones en 2022.
El informe pide a los gobiernos que eviten la austeridad fiscal, que ahogaría el crecimiento y afectaría de manera desproporcionada a los grupos más vulnerables, además de obstaculizar el avance en la igualdad de género y las perspectivas de desarrollo durante generaciones.
También llama a la reasignación y el replanteamiento de prioridades en el gasto público, con intervenciones directas que creen empleo y revitalicen el crecimiento.
Para ello será necesario reforzar los sistemas de protección social y garantizar un apoyo continuado a través de subsidios específicos y temporales, transferencias de efectivo y descuentos en las facturas de los servicios públicos, y reducciones de los impuestos sobre el consumo o de los derechos de aduana.
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