El 9 de marzo más de la mitad de México reportó temperaturas máximas superiores a 30 grados centígrados, en el inicio de la temporada calurosa, aunque aún no llegue la primavera en este país latinoamericano, situado en el hemisferio norte.
De hecho, la Comisión Ambiental de la Megalópolis, que agrupa al gobierno federal, el de la capital mexicana y los de cinco estados del centro del país, pronostica cuatro ondas de calor, nivel similar al de 2022, una en marzo, una en abril y dos en mayo, antes de la llegada del verano boreal.
A pesar de constituir un problema de salud pública, México carece de un sistema nacional de alertas por calor, como sí los tienen otras naciones latinoamericanas, como Argentina, Brasil, Chile y Colombia.
Ismael Marcelo, del Servicio Meteorológico Nacional, aconsejó la creación de esquema de avisos que tenga alcance regional según los niveles de temperatura.
“La mayoría de la población cuenta con un teléfono celular. Es importante que las autoridades permitan a la población informarse sobre eventos meteorológicos que nos afectan. En cultura de prevención, nos tenemos que adaptar. En el Servicio Meteorológico Nacional tenemos todas las herramientas para informar, la página web y a través de redes sociales”, dijo el meteorólogo a IPS.
Una ola de calor consiste en un lapso inusualmente caliente, seco o húmedo, de día o de noche, que inicia y termina de forma abrupta, con una duración de al menos dos a tres días, con un impacto discernible en los seres humanos y los ecosistemas, según lo define la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con su sede en Washington.
“Las autoridades deben hacer que la población se mantenga informada y que actúe. Lamentablemente, la desinformación es un problema social que entre todos debemos erradicar, pero no puede ser un pretexto para decir que no sabíamos lo que podía pasar”: Ismael Marcelo.
Estos fenómenos provocan problemas de salud pública, especialmente para grupos vulnerables –como la población infantil y adulta mayor–; descomposición de alimentos, aumento de la contaminación del aire, contingencias ambientales atmosféricas e incendios forestales.
La Organización Meteorológica Mundial, con sede en Ginebra, advierte que las olas de calor y otras tendencias negativas en el clima serán cada vez más frecuentes y continuarán al menos hasta 2060, por la influencia de la crisis climática.
En México, un país federal, sí hay dos gobiernos que tienen sistemas propios de aviso a la población de temperaturas extremas: el de Ciudad de México, con una Red de Alerta Temprana Meteorológica, y el del estado sudoriental de Veracruz, con la llamada Alerta Gris.
Ante un sol abrasador
Mientras, en varios países de América Latina operan sistemas de alertas por temperaturas extremas para prevenir a la población.
En Colombia, con 52 millones de habitantes, el gubernamental Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales administra un monitoreo de puntos de calor.
En ese sentido, Lídice Álvarez, académica del programa de Enfermería de la colombiana Universidad del Magdalena, indicó a IPS el uso relativo de las alertas tempranas.
“En la revisión de cómo prevenir mortalidades de eventos climáticos, encontramos que las alertas tempranas ayudan, pero es difícil predecir ciertos eventos, porque la variabilidad (climática) las complica más”, explicó a IPS desde la ciudad de Santa Marta, en la costa caribeña colombiana.
Pero puntualizó que “lo que se hace es decir que estamos en ola de calor. Pero la población no sigue las alertas. No hay disciplina de revisar variables climatológicas”.
En esa nación aún no aparecen olas de calor este trimestre, pero se espera que con la llegada en julio del fenómeno El Niño/Oscilación del Sur (Enos), comenzará un periodo de sequía y falta de lluvias, y ello traerá olas de calor, en la zona caribeña en el segundo semestre del año. El Enos enfría la superficie del océano y desata sequías en algunas zonas del planeta y tormentas en otras.
En Chile, con 19,2 millones de habitantes, el gobierno de la región metropolitana donde se ubica Santiago, la capital, introdujo en diciembre el protocolo “Calor extremo y altas temperaturas”, que busca evitar muertes y proteger la salud de las personas durante el verano austral, a través de alertas preventivas.
Las olas de calor en el país andino aumentaron de 9 a 62 en las últimas 10 temporadas estivales, según cifras del Informe Anual de Medio Ambiente del gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas.
En la región metropolitana hubo 81 olas de calor entre 2011 y 2020 y las previsiones apuntan a la duplicación del porcentaje de días de temperaturas extremas en los próximos 30 años. Durante un día de verano en Chile mueren 100 personas por diferentes causas, pero cuando la temperatura supera 34 grados, en Santiago se registran 10 decesos adicionales por esa razón.
Desde 2018, el gubernamental Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de Argentina opera un sistema nacional de alertas, que maneja una gradación de blanco a rojo según el impacto sobre la salud humana, en un país de 46 millones de habitantes.
Desde 2009 el SMN gestiona un mecanismo de alerta por ola de calor en la capital, Buenos Aires, y que luego se replicó en varias ciudades. En el verano austral que vive sus últimos días hasta el 20 de marzo, van nueve olas calurosas y en la zona metropolitana de Buenos Aires se ha emitido alerta roja por las altas temperaturas.
Problema que se agrava
En México, con 129 millones de habitantes, los sucesos debido a altas temperaturas y las víctimas por golpes de calor están en alza, a excepción de 2020, debido a que la pandemia ocasionada por la covid-19 provocó que millones de personas permanecieran en sus casas.
En 2018 se registraron 631 incidencias de salud vinculadas a temperaturas extremas y 30 defunciones, al año siguiente crecieron a 838 y 44, en ese orden, según cifras de la Dirección General de Epidemiología, dependiente de la Secretaría (ministerio) de Salud.
Debido a la pandemia, estos indicadores cayeron a 193 los sucesos de salud y 37 fallecimientos en 2020, pero los primeros saltaron a 870 en 2021, aunque los segundos bajaron a 33. Sin embargo, en 2022 ambas estadísticas treparon a 1100 y 42, respectivamente.
La OPS recomienda el fortalecimiento de las capacidades del sector salud, mediante el desarrollo de planes de acción contra las olas de calor que incluyan mejoras en los preparativos y la respuesta frente a esta amenaza, para reducir el exceso de enfermedades, muertes y trastornos sociales ocasionados.
Además, el mejoramiento de las capacidades de los servicios meteorológicos para generar proyecciones y predicciones relevantes, de modo que la información meteorológica sea usada para la toma de decisiones, antes, durante y después de una ola de calor.
Marcelo, el meteorólogo mexicano, enfatizó en la importancia de la distribución de la información.
Las autoridades “deben hacer que la población se mantenga informada y que actúe. Sería muy importante que toda la población conociera lo que se les avecina meteorológicamente hablando y actuar. Lamentablemente, la desinformación es un problema social que entre todos debemos erradicar, pero no puede ser un pretexto para decir que no sabíamos lo que podía pasar”, planteó.
Para la colombiana Álvarez, la mortalidad es prevenible. “Nos hemos enfocado en cómo las personas hacen parte del problema y pueden tomar medidas. Creen que en su contexto no pueden hacer ningún cambio y se han dado cuenta que reacciones simples en su casa pueden generar cambios”, sostuvo.
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