Hugo Falcón Páez
El ser humano es irracional; el resto, racionales.
Hoy 3 de marzo se celebra una jornada más del Día Mundial de la Vida Silvestre, paralelamente, es triste saber que hace falta aún más para proteger la naturaleza, la ecología, el medio ambiente, la biodiversidad. Sin embargo, los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible y desde hace más de siete años están en marcha 17 Alianzas, las cuales incluyen metas específicas para poner fin a la caza furtiva. La Asamblea General también acordó por unanimidad una resolución para limitar el tráfico ilícito de fauna y flora silvestres. Estas expresiones de la voluntad política y social de poner fin a esos crímenes destructivos, comienzan a traducirse en medidas sobre el terreno que se ponen en práctica mediante esfuerzos colectivos de países de todo el mundo.
Pero para proteger ese patrimonio natural esencial para el presente y las generaciones venideras, los principales agentes de cambio deben hacer mucho más, en todos los continentes y en todos los segmentos, gubernamental e iniciativa privada. En particular, es preciso incorporar en los esfuerzos de conservación a las comunidades que viven en estrecha proximidad con la vida silvestre. Preservación y conservación de los servicios ecosistémicos.
Estamos a nada de la extinción de manglares o escualos, de poner fin a la crisis de la caza y pesca furtivas que amenaza a algunas de las variedades más emblemáticas del orbe. Para combatir el tráfico de animales protegidos, es fundamental encarar tanto la oferta como la demanda de productos ilícitos de la fauna y flora silvestres, mediante los objetivos, las metas y los instrumentos internacionales convenidos, como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Por ejemplo, la matanza de elefantes africanos para obtener sus colmillos y la trata de su marfil, siguen siendo alarmantemente frecuentes. Los elefantes asiáticos también son “asesinados” cada vez. Chitas, pangolines, rinocerontes, tortugas de mar, tiburones, tigres, ballenas y maderas nobles, se ven expuestas a una variedad de problemas diferentes, derivados de, entre otros factores, el cambio climático, la sobreexplotación o el tráfico ilícito.
Es necesario saber que como un conjunto de seres vivos y especies tenemos una interacción. Somos parte de una amalgama de células que pronto se convertirán en una evolución. Rodeados de organismos pluricelulares o unicelulares, tenemos que se calculan cerca de más de 30 millones de especies en la Tierra. Una cifra que puede aumentar porque no se conocen todas, a sabiendas de que algunas están en peligro de extinción. Hay organismos acuáticos y terrestres, de manera científica los seres vivos, en el reino de animalia o metazoa, constituyen un grupo de organismos eucariotas, heterótrofos, pluricelulares y tisulares. Pueden ser aerobios (viven con oxígeno en el aire o agua) y anaerobios (viven donde no hay oxígeno). Esta diversidad es macro y micro, parte de la organización, nutrición, metabolismo, reproducción, desarrollo, estructura, funciones y simetría. En fin, es fantástica la vida, que no podemos dejar de pensar que la biodiversidad es una materia esencial y verdadera.
Hoy tenemos que celebrar que observamos y respiramos, que el resto de nuestros sentidos están expandiéndose. El resto, es sólo un conflicto del raciocinio, somos una especie única que se permite tantas cosas como la autodestrucción y la destrucción.
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