Los botes de madera tradicionales atracan en la ciudad costera de Winneba, Ghana, y los pescadores venden lo que capturan en el mercado local. En los últimos años, las embarcaciones han traído cantidades más pequeñas de peces. “Las comunidades dicen que capturan menos peces y más plásticos, debido al cambio climático y otros problemas”, señaló Kofi Agbogah, director de Hen Mpoano, una organización no gubernamental de Ghana, que se dedica a la gestión de los ecosistemas pesqueros y costeros.
La pesca excesiva, los plásticos, la destrucción de los hábitats y el calentamiento de las aguas han agotado la riqueza natural de los océanos y han perjudicado especialmente a las comunidades de pescadores artesanales del país. El cambio climático por sí solo podría reducir el potencial de capturas de Ghana en un 25 % (i) o más para 2050, poniendo en peligro una fuente de alimentos clave y el modo de vida de los habitantes.
Muchas naciones de África occidental se enfrentan a un panorama similar. Según un estudio del Banco Mundial de 2019, la República Democrática del Congo, Côte d'Ivoire, Guinea Ecuatorial, Gabón, Liberia, y Santo Tomé y Príncipe podrían observar una reducción del 30 % (i) o más del potencial de capturas de recursos pesqueros para 2050 debido al cambio climático. Este potencial podría disminuir más del 40 % en Côte d'Ivoire, Ghana, Liberia, y Santo Tomé y Príncipe de aquí a 2100.
Tales impactos no se limitarán a la costa de África occidental. A nivel mundial, el cambio climático está causando cambios graves en los océanos, mientras que la pesca excesiva provoca pérdidas de USD 80 000 millones anuales (PDF, en inglés) en concepto de beneficios económicos no percibidos. La temperatura y la acidez de los océanos va en aumento a medida que estos absorben el dióxido de carbono de la atmósfera. Los patrones de las corrientes oceánicas están cambiando y afectando los nutrientes necesarios para las plantas acuáticas que sirven de alimento a los peces jóvenes para que puedan sobrevivir hasta la edad adulta. Los peces se están trasladando hacia aguas más frías, producto también del cambio de las temperaturas de los océanos. Como resultado, en algunos países de latitudes más altas se podrían observar menores impactos en la actividad pesquera, en tanto que en otros se registraría una disminución drástica.
La pesca ilegal, no declarada y no reglamentada está reduciendo también las poblaciones de peces en todo el Océano Atlántico en el Caribe. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza advirtió en 2017 que la sobrepesca y la degradación de los arrecifes de coral en las islas del Caribe y el Pacífico ponían en peligro de extinción (i) a muchas especies de peces, incluidas algunas que son fuentes de alimento como el atún y el mero.
Promover una economía azul en el Caribe oriental
Como respuesta, tres países caribeños se han unido a la Organización de Estados del Caribe Oriental (i) para combatir la pesca ilegal y promover el turismo, la gestión de desechos y la resiliencia al cambio climático. Granada, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas se encuentran geográficamente muy cerca y han colaborado en materia de planificación espacial marina (i) con el objeto de gestionar sus recursos naturales marinos y costeros de manera sostenible. Los tres países enfrentan los desafíos de la recuperación económica tras la pandemia de COVID-19 y la amenaza de la temporada de huracanes. Al mismo tiempo, la sobreexplotación de los recursos marinos pone en peligro sus economías —que dependen en gran medida de la pesca y el turismo— y su forma de vida.
A través de un nuevo proyecto llamado Unleashing the Blue Economy of the Caribbean (i) (Liberar la economía azul del Caribe) se fortalecerá la cooperación entre los Gobiernos caribeños durante los próximos 15 años para proteger la integridad de los hábitats naturales costeros y marinos compartidos de la región. El programa se financia con créditos y donaciones de la AIF por un monto total de USD 56 millones y recibe USD 4 millones del fondo fiduciario PROBLUE (i).
La “economía azul” se refiere al uso sostenible de los recursos naturales costeros y marinos en favor del crecimiento económico y la mejora de los medios de subsistencia y los empleos, al tiempo que se mantiene la integridad y la salud de los ecosistemas costeros y marinos.
“Dada la proximidad geográfica de estos países del Caribe Oriental, un enfoque regional tiene sentido porque al unir fuerzas se pueden combatir la pesca ilegal y las prácticas pesqueras destructivas de una manera mucho más eficaz”, dijo Cary Anne Cadman, especialista sénior en medio ambiente del Banco Mundial.
Del mismo modo, un enfoque regional para el turismo y la gestión de desechos puede impulsar la recuperación de la región y proteger la estabilidad, la integridad y la salud de los ecosistemas costeros. Un objetivo fundamental es ayudar a la región a hacer la transición hacia un turismo de alto valor con un menor impacto ambiental. La acuicultura, como el cultivo de mariscos y algas, tiene el potencial de generar nuevos empleos. Se invertirá en empresas de propiedad de mujeres y dirigidas por mujeres, que fueron las más afectadas por la pandemia, a través de un programa de donaciones de contrapartida regional. También se empoderará a las mujeres en el sector pesquero dándoles acceso al seguro contra riesgos climáticos para el sector pesquero del Mecanismo para la Sostenibilidad de la Acuicultura y el Océano en el Caribe (i), que protege los medios de subsistencia en caso de fenómenos meteorológicos extremos.
Se ha iniciado la primera fase del proyecto y se agregarán gradualmente otros países del Caribe a lo largo de 15 años.
Plantar manglares para recuperar los hábitats pesqueros en Ghana
En Ghana, África occidental, se plantarán manglares para recuperar los hábitats pesqueros y proteger el litoral del país a través del Programa Piloto de Carbono Azul en los Manglares (i) por valor de USD 13,5 millones. El programa, respaldado por la AIF, el fondo fiduciario PROBLUE y la empresa de energía de Dinamarca Ørsted, plantará y mantendrá 3000 hectáreas de manglares a lo largo de la costa durante los próximos 20 años. Los manglares crecen en el agua, protegen las costas y almacenan más carbono que los bosques en la tierra. También proporcionan nutrientes y refugio para los peces jóvenes y pueden ayudar a restaurar las poblaciones de peces.
Ghana también se ha sumado al Programa de Gestión de las Zonas Costeras de África Occidental (i) (WACA) que respalda las actividades pesqueras y los esfuerzos para reducir la erosión, las inundaciones y la contaminación en el litoral, promoviendo así la pesca sostenible en nueve países. Ghana realiza además otros esfuerzos, como suspender la pesca (i) durante un período determinado todos los años para permitir la recuperación de los recursos pesqueros, una iniciativa que se espera siga en pie (i).
Hasta la fecha, el programa WACA ha movilizado USD 650 millones para promover la resiliencia costera en África occidental, con el propósito de realizar actividades similares en todo el continente africano. Este objetivo podría lograrse en el marco del nuevo Programa de Economía Azul para una África Resiliente (i) (BE4RAP) del Banco Mundial, destinado a ampliar los programas exitosos en favor de zonas costeras saludables y productivas que promueven la resiliencia de las personas frente al cambio climático, la seguridad alimentaria y el crecimiento de las economías nacionales.
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